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Vázquez, el genio del humor

Manuel Vázquez en el Salón del cómic de Barcelona

Hoy se cumplen veinticinco años desde que, un 21 de octubre de 1995, nos dejó el que ha sido, seguramente, uno de los mayores genios del cómic de humor en este país: Manuel Vázquez.

En el Amaníaco tuvímos ocasión de conocerlo y, en nuestros inicios como fanzine, publicamos una entrevista que le hicímos. Años después, a partir de los audios de que disponíamos, Jordi Canyissà, se ocupó de transcribirla integramente. Así que, coincidiendo con el aniversario de su desaparición, hemos querido recuperarla de nuevo. Aquí tenéis la entrevista completa.


Manuel Vázquez Gallego (Madrid, 1930 – Barcelona, 1995) es uno de los grandes nombres de la historieta en España. Suyos son personajes como Las hermanas Gilda (1949), La familia Cebolleta (1951) o Anacleto (1964) y suyo es también un estilo de dibujo y de humor que creó escuela en la Editorial Bruguera, especialmente a partir de 1957 cuando Vázquez se convierte en referente para una nueva generación de dibujantes de la editorial entre los que se encuentra Francisco Ibáñez. En 1993, el entonces fanzine Amaníaco, entrevistó a Vázquez para el número 9 de su primera época. La entrevista que a continuación reproducimos rescata, por primera vez, la conversación original, mucho más amplia que la que finalmente se publicó.

Has trabajado en multitud de revistas…
No tantas, no creáis.

Bueno, en Bruguera fueron muchas.
En Bruguera sí, en todas. Las más conocidas eran Pulgarcito, Tío Vivo, Can Can… pero había muchas, muchas. Había algunas que sólo duraban unos días, como esa la tenía cabecera que era como un joker [se refiere a Ven y Ven].

¿Cuál fue tu primer personaje para Bruguera, Heliodoro?
No, el primero fue un personaje llamado Azufrito. Era un demonio negro, todo negrito con unos cuernos negros. Toda una silueta negra. Yo debía tener entonces once años.

Naciste en Madrid…
Como está mandado [risas].

En el año 1930…
Nací en 1934, pero vaya… Me vine a Barcelona con 18 años en el papel y 14 años en realidad. Lo que pasa es que ya estaba igual de altura. Y claro, al cabo de un año de llegar me tocó hacer la mili, que es lo que tocaba.

Aunque te defines como dibujante humorista… ¿qué fue lo que te llevó a entrar en el mundillo del cómic?
Eso me digo yo, qué coño fue, me gustaría saberlo… Pues no sé, supongo que afición, siempre me ha gustado; pero vamos, soy humorista en primer lugar, me da lo mismo eso, que teatro, lo que sea.

Pero algo te llevó al cómic.
Yo fui dibujante porque quise ser dibujante. Porque soy aparejador también, pero no he querido dedicarme a eso nunca. Quería ser dibujante, porque si no, me hubiera muerto. Absolutamente. En esa época eras dibujante porque querías serlo, pero más adelante, la gente empezó a querer ser dibujante por lo que se podía ganar. Y claro, luego llega la crisis del cómic, ven que no hay revistas en las que trabajar, se dedican a otras cosas y pierden la afición. Seguramente porque no lo llevan dentro. Si lo llevaran dentro seguirían a pesar de todo, aunque no publicaran. Mi hijo, por ejemplo, dibuja muy bien, pero no encuentra dónde publicar, y claro… Yo he estado dibujando toda la vida, siempre. Incluso en la calle. Pero tienes que sentirlo. Tienes que estar ahí también cuando quieres dibujar esa cara que no te sale y tienes que probarlo una y otra vez…

¿Qué te dijeron en casa al decir que querías ser dibujante?
Se lo dije a mi padre y no me dio muchos ánimos, no… En esa época sólo había Pulgarcito. No había más revistas infantiles. Era la posguerra pura. Lo suyo hubiera sido ser aparejador, que fue lo que estudié. Y me dieron el título. Se lo enseñé a mi padre, incluso, pero luego le dije: “Yo quiero ser dibujante”.

¿Nunca has hecho cómic realista?
Nooo, nunca, siempre humorístico.

Creo que empezaste a dibujar a la edad de los 14 años…
Empecé a los nueve. Pero profesionalmente sí: a los 14 fue el primer dibujo que entregué y cobré.

¿Dónde?
En el Flechas y Pelayos, una revista, como puedes comprender, del puro régimen.

¿Qué influencias has recibido, qué autores te han influenciado?
Pues como todos, copiando de aquí y de allí hasta tener un estilo propio; pero casi siempre de dibujantes de Argentina, entonces venían muchos cómics argentinos.

Vamos a entrar ahora en la época en la que estuviste en Bruguera…
¡Ah! ¿Es que ha habido otra? [risas]

Bueno, mientras estuviste en Bruguera, creaste personajes como Anacleto, agente secreto, La abuelita Paz, que fueron los que te dieron más fama…
¿Qué fama…? Popularidad y nada más.

Ya, pero también hay otros personajes como Ángel Siseñor, La familia Cebolleta, Las Hermanas Gilda, etcétera, etcétera…
Buf… y cincuenta años de etcétera.

¿Qué opinión te merecen hoy en día estos personajes…?
Repugnantes, menos el Tío Vázquez, que soy yo, que siempre he procurado que sea yo. Y el Anacleto, claro… Verdaderamente, como estaban creados en esa época y con tanta censura…

En el caso de las Hermanas Gilda…
Gilipollas completamente.

Pero creo que fue allá por 1955, cuando la famosa Ley de la Censura, que fue cuando más se metieron…
Siempre, cuando no era por la censura propia, la censura gubernamental, la censura de la censura y… horrible, era horrible, personajes falsos completamente. No se puede hacer nada con ellos porque todos los que había ahí pertenecen al Grupo Z, que son unos… y mientras una teta dé leche, no la sueltan.

Has comentado que los personajes creados en Bruguera en sí eran buenos, que las ideas que tenías para ellos eran buenas, pero que la editorial no te permitía llevarlas a cabo.
Por eso te digo que son repugnantes.

Y no has tenido luego, ganas de tomarlos con libertad.
Pero como están secuestrados por los, llamémosles hijos de… bueno, por los editores…

¿Todavía lo están?
In secula seculorum, son propiedad y no los puedo estorbar. El único que es mío es el Tío Vázquez y Angelito, que es Gu-Gu, que lo patenté a tiempo, que tampoco me interesa, pero solamente por joder… Porque tampoco me gusta también es repugnante.

Y ahora el Grupo Z los reedita.
Siguen sacando cosas viejas. No se acabará nunca, mientras exista el Grupo Z… Supongo que tarde o temprano también se hundirá, pero luego comprará los fondos otra editorial y volverán a meter de nuevo material antiguo para aprovechar. El secreto está ahí: aprovechar el material. Pero claro, como lo sacan a la venta y no se vende porque la gente ya lo ha leído, porque es malo o porque está desfasado… entonces dicen: “Hay crisis editorial”.

Al principio, Pulgarcito quería ser una revista algo más atrevida…
Eso lo llevo yo oyendo todos los años que tengo.

¿Observaste algún cambio en la línea del cómic de humor que se hacía en Bruguera?
Ninguno. Simplemente son los mismos que todavía están publicando cosas del año de la pera, cosas mías y de los demás, por aquello de no pagar y de aprovechar. Pero, ¿cambio? Ninguno.

En 1967, creas Anacleto, agente secreto, ¿pretendía imitar a 007?
No, no, era uno de la tele, cómo se llamaba… [aquí Vázquez y los miembros de Amaníaco intentamos recordar la serie de televisión, y que finalmente recordamos: se trataba de Superagente 86] que era medio tonto.

Más personajes tuyos, La abuelita Paz…
Y es falso totalmente. La abuelita Paz estaba diseñada para hacer el daño a su alrededor. Pero no, todos los personajes que yo creaba, y que luego resultaba que podían tener problemas con la censura… al campo. Todos terminaban por ir al campo.

¿Y volviendo a las hermanas Gilda?
Las hermanas Gilda era la eterna lucha por el novio. Una le quitaba el novio a la otra, y como no se podía salir de noche y tal, pues al campo.

¿La familia Churumbel?
Por racismo, también la acabaron prohibiendo.

¿Don Polillo?
Don Polillo era muy tonto, a mi no me gustaba.

¿Feliciano, el de la suerte?
Ese era bueno.

Luego colaboraste con El Papus y en Ceres…
Aquello era bonito.

Ceres era una editorial paralela a Bruguera…
Era Bruguera. Ceres era Bruguera.

En El Papus, ¿te marcaban alguna directiva?
Totalmente libre, igual que ahora en Makoki, eres totalmente libre, y por lo menos disfrutas. Pero mi época en Bruguera fue la de las plantaciones de algodón, se vivía bien, pagaban, pero explotaban. En esa época había que hacer 30 o 40 páginas a la semana. Imagínate la calidad que podía tener aquello. Se creaba una revista y había que hacer personajes nuevos.

El seudónimo Sappo, que utilizaste en tu producción adulta, ¿estaba motivado por…?
¿Tenéis vista? Pues entonces guardad la pregunta. [risas]

Queremos decir si estaba motivado porque ya tenías contrato con Bruguera…
No quería mezclar yo mi nombre, en absoluto, quería ser libre, quería ser yo, y ya está, simplemente. Y caso curioso, luego me di cuenta que al ponerlo con dos P, era un personaje de Segar, un personaje que se llama Sappo.

En 1979 Ceres saca un álbum tuyo y al cabo de dos años se publica una continuación…
Sí, pero ese otro lo saqué yo.

Don Cornelio Ladilla y su señora María (1981)

¿Y cómo le fue la experiencia de autoedición?
Pues fatal porque como lo hice con otro editor que también tenía tela, pues tampoco vendieron. Pero el primero sí, se vendió tanto que no quisieron hacer el segundo, cosas de estas bruguerianas, raras… Se agotaron 15.000 ejemplares, que en esa época no era mucho. Ahora sí, ahora 15.000 ejemplares no los vende… vamos, ni Walt Disney.

Y con el fin de Bruguera entras en Garibolo
Pero el que dirigía aquello era otro de Bruguera que no tenía ni idea. Pero bueno, él era el director y como a mi me la sudaba, le decía: “¿Qué quieres? ¿Angelito? Pues toma Angelito”.

Fue una continuación de Bruguera.
Una continuación y un desastre total. Pero en medio hubo otra revista, Jauja, que también fracasó porque en 13 números que creo que salieron cambió tres veces de dueño.

En 1987, creas Tita & Nick, ¿lo consideras, como una continuación de Bruguera o una cosa aparte…?
Una cosa aparte, como para resucitar un poco al Anacleto, pero fue una cosa aparte. Estos personajes sí quedaron de mi propiedad.

En 1988, entras en TBO, con Víctor Mora, en la sección El Rollo del día
Calla, calla, horrible. Qué te voy a contar. Todo lo que hace el Grupo Z es aún peor que lo que hacía Bruguera porque son los mismos, pero con 30 años más, o sea, ya perfectamente entrenados.

Pero el Grupo Z, en 1989 publica dos álbumes tuyos: Vámonos al Bingo y Los casos del inspector Yes.
Pues aún uno no lo he cobrado todavía. La liquidación se ha perdido. Eso son venganzas. Porque cuando estaba con ellos, en la última época, empecé a trabajar también para Makoki y eso les sentó fatal. Empezaron a decirme que dibujaba muy deprisa y que no les interesaba… Hombre si al final aún iba a resultar que al cabo de los años no sabía dibujar. Pero al cabo de cuatro días me dieron el Gran Premio del Salón del Cómic. Y entonces les mandé a tomar viento definitivamente. Hice un dibujo en el que salía un mechero, con la Z dibujada, que lo mandaba a la mierda… En fin, al cabo de dos meses me volvieron a llamar, yo dije que me lo pensaría. Pero luego me dijeron que no, que no me habían perdonado eso del mecherito. Y les dije: “Pero bueno, si me habéis llamado vosotros…” Lo que os digo. Qué cosa más ruin. Qué vengancitas de millonario. Como si lo necesitara yo…

Pero en Makoki sí trabajas sin imposiciones…
Totalmente ninguna, sí. Ha sido la época más feliz de mi vida. Y lo sigue siendo claro. Ahora van mal pero espero que salgan adelante porque se lo merecen. Ahí he sido feliz, y en El Papus también claro.

Makoki es una de las revistas que más oportunidades ha dado a nuevos dibujantes…
Sí por supuesto. Eso tiene sus pros y sus contras, claro. Pero para mi, estupendo.

En la editorial Makoki editas el álbum Historias verdes
Una recopilación de trabajos antiguos.

Historias verdes
Historias verdes (1990)

… y tienen proyectado Sábado sabadete, ¿verdad?
Lo tienen proyectado sí, pero no sé si lo van a sacar alguna vez. Son las historias aparecidas en la revista Makoki. Ahora empezaré con otra serie, mañana mismo: Mujeres… o diosas.

Seguirá ahí, pues…
Sí, sí… ha habido unos desajustes de pago, y yo tenía otros trabajos, pero sí, vuelvo ahí. No puedo dejar sola a mi gente. Además disfruto, que si no me aburro.

Actualmente colaboras con el diario El Observador, con un chiste de actualidad en la contraportada. ¿Te sientes muy limitado?
No en absoluto, no… Si me tiro 15 días fuera, les entrego 15 tiras de temas de esos de siempre. El único problema es si ocurriera algo importante en la actualidad. Pero bueno… Lo complicado es el viernes, que es el último día para entregar las tiras de sábado, domingo y lunes. Complicado por el tema deportivo, que me mata: tendría que poder entregar el mismo día para hacer el chiste sabiendo el resultado, pero no puede ser. Ahora mismo hay un Barça-Madrid y tengo que entregar la tira ya. ¿Qué puedo hacer? La solución sería hacer dos tiras: una por si gana el Barça y otra por si pierde. Veamos, ¿si gana el Madrid qué pasa?

Pues que se pone por delante del Barça. A falta de un partido.
¿Y el líder ese…?

El Deportivo de la Coruña. De momento seguirá siendo líder pase lo pase.
¿Pase lo que pase? Ah, pues así ya tengo el tema. Muchas gracias. [risas]

¿No te gusta el fútbol?
Me gusta como deporte, pero todos esos forofos… y que el Barça tenga que ser el mejor, no sé… no me gusta nada la chulería. Y veo mucha chulería. Supongo que en todos los sitios será igual. Pero bueno, algo tiene que hacer la gente, ¿no? Confieso que al no entender de fútbol me aburro mucho porque todas las charlas en el bar tienen que ver con el fútbol. Pero bueno, ahí hago ver que entiendo porque lo que he oído en un bar lo cuento luego en el otro. Igual todo el mundo hace igual y al final resultará que nadie entiende de fútbol…

Volviendo a los cómics. En Bruguera hubo una época con Peñaroya, Cifré, Conti… y luego otra época en la que otros dibujantes se veían obligados a imitar tu estilo.
Hubo épocas. También hubo la época Conti, pero yo me escapaba de todo.

Se podría decir, que eras una de las piedras angulares en Bruguera ¿Te sientes parte de la Escuela Bruguera?
De eso nada. No existe una Escuela Bruguera. La Escuela Bruguera es un mito. Lo que había ahí era un señor [Rafael González] que tenía un criterio de lo que era una revista de humor y tuvo éxito porque no había otra, francamente.

Háblanos del humor en Bruguera.
El humor tienes que sentirlo y vivirlo. Pero te digo un cosa: lo que he hecho en Bruguera nunca ha sido humor, con tantas censuras por encima y puñetas, y bajo la directriz que había… Lo que tenías que hacer era dibujar. Dibujar cositas y rellenar todas las viñetas… En aquella época, yo no hubiera podido dibujar como dibujo ahora. ¡Nunca!

Un estilo mucho más simple.
Sí, el humor hay que servirlo con cuatro rayas. Simplificarlo. Ahora: hay que dibujar mucho para hacer cuatro rayas.

Y ya que hablamos del tema, ¿qué técnica utilizas para dibujar? ¿Qué materiales?
Me gustaría saberlo: de todo, lo que pillo… Rotulador, pluma, un pincel roto, lo que sale. Las plumillas no son buenas, no hay… se rompen… desaparecerán. Los rotuladores y el rotring lo han perdido todo, pero también es igual, la gente no lo sabe apreciar.

En 1990 consigues el Gran Premio del Salón del Cómic de Barcelona, ¿te lo esperabas?
Sinceramente, no, no me lo esperaba. Que me lo merezco, sí, de sobra y hace muchos años ya; pero esperarlo lo no, y en parte se lo debo a dos grandes amigos míos [Jaume] Vidal y [Carles] Santamaría. Casi me tuvieron que pagar la cena [de homenaje]. Y me querían hacer presidente al otro año y lo les dije: “Que no, que no…” Yo estoy muy vetado porque como ando diciendo mis verdades y no ando haciendo peloteo, pues no me traga la gente, soy muy agresivo. Por eso digo que esperar el premio no, en absoluto. Como si esperara que me hicieran cardenal, o Papa…

Al recibir el Gran Premio, declaras que quieres tus memorias. ¿Es una broma? ¿Es una amenaza?
Es una amenaza tonta, porque además no se lo van a creer. Cuando haces una cosa hablando mal de la gente —bueno, mal no, porque dices la verdad— no le importa a nadie. Si hablas bien de la gente van a decir que eres un pelota, si hablas mal van a decir que estoy amargado, y no, no estoy amargado. Pero son gente que son así. Son tontos, y de un tonto no puedes esperar nada, ¿qué vas a pedir a un tonto, que sea listo? Si una persona tiene mala leche, sus actos serán de mala leche; y si te puede joder, te joderá. No puedes esperar otra cosa. Tú no puedes tener un escorpión y acariciarlo, porque te pica. Luego no puedes decir: “Yo tenía un escorpión y me picó, qué putada”. Lógico. Pues lo pisas y ya está. O lo ignoras.

Estás desengañado de los editores de aquí…
De los editores en general, se puede decir. Pero desengañado no. Estoy desengañado del porte humano de los editores, de la imbecilidad. Porque en primer lugar, si son editores son comerciantes. A eso no hay que darle más vueltas. Y si tienen a un tío que vale, que en ese caso soy yo porque soy uno de los pocos que quedan que tiene humor y tiene gracia, por una pijadita de una vengancita que además fueron ellos los que me provocaron, no pueden perderse a ese tío. Luego pueden decirme que soy un hijo de la gran puta pero igualmente decirme: “Ese trabajo te lo daré porque me da dinero”. Eso es lo que me jode más, la imbecilidad y la idiotez de la gente.

La falta de visión…
Sí, la falta de visión. Pero como tienen dinero, se la sudan las revistas de cómics, se la suda todo… En Bruguera el que lo decidía todo era el señor González. Tu podías ser director de Pulgarcito, pero el que miraba las páginas y decía “esto sí” y “esto no” era González. El director no hacía nada. Claro, ahora, a estos los pones a trabajar solos y no tienen ni idea. Cogen, sobre todo, lo que sea barato. Eso sí, que sea barato. Su mayor orgullo es poder decir: “Mire, la revista nos ha costado esto nada más”. Si no se vende, es igual… Al final todo lo que hacen son pérdidas.

Cambio de tema. Se dice que el moroso de 13 Rúe del Percebe eres tú, ¿es cierto? Ibáñez nos ha dicho que no pero…
No, no, y puedo decirlo por una sencilla razón, 13 Rúe del Percebe es mío, y la idea de Mortadelo y Filemón es mía. La idea, pero la creación es totalmente de Ibáñez; yo solamente apunté que podía ser una pareja de detectives, y que uno se pudiera disfrazar… O sea, el esbozo. De 13 Rúe del Percebe, la caseta la hice yo, y me puse ahí pero no llegué a dibujar más que una página.

¿Y se publicó esa página?
Vete a saber, en esa época… Pero era todo, todo… Vamos, a Ibáñez de verdad que le aprecio; no somos amigos pero es un gran trabajador. Más que dibujante, un gran trabajador, muy laborioso. Todo lo que ha hecho se lo ha hecho él, de verdad.

En Los Profesionales, de Carlos Giménez, vuelves a aparecer…
Sí, en alguna de esas historias completamente falsas.

Aquí es donde queríamos llegar, todas estas anécdotas de Vázquez, Vázquez el moroso… ¿son ciertas?
Dos o tres sí, y en el resto, yo mismo me encargaba de contar mentiras.

Por ejemplo: una que cuenta que en Bruguera invitaste a la gente a tomar algo en un bar, pero luego te marchaste sin pagar…
Eso es una mentira. Si te dijera nombres de gente de Bruguera que aún me debe dinero y todavía siguen ahí, y ni se acuerdan… Pero dinero en cantidad.

¿Y la historia que inventaste diciendo que había muerto tu padre para poder cobrar antes?
Es cierta. Y allí fue donde empezó la leyenda. La leyenda de Vázquez.

¿Y los cuentos del Tío Vázquez?
En Cuentos del Tío Vázquez, si os habéis leído lo de Makoki, muchas de las cosas de Sábado, sabadete, son auténticas. Se iba a hacer un Tío Vázquez en la tele, pero sólo fue un proyecto.

Has hecho cosas de animación…
Las hice, las hice… pero es espantoso. Me tiré un año haciendo mi película.

Sorprende que para El Jueves no haya hecho nada.
Ni quieren ellos tampoco, seguramente.

Portada de Vázquez para el Amaníaco especial crisis

¿Y la anécdota en que se dice que pintaste sólo las tiras superiores de las páginas para que te pagaran?
Es cierta a medias. Lo cierto es que tenía que venir urgentemente porque me echaban del hotel en Madrid. Y el tipo del hotel, tenía que llamar aquí, al director, que le dijo que mirara que tuviera todas las páginas. Pero yo lo calculé de manera que tuviera el tiempo justo, justo. Entonces yo sólo dibujé las puntitas de arriba, y ya está. Y cuando ese las miró, parecía que estaban terminadas; y así me pagaron. Pero cuando llegué a Barcelona, las terminé. Además tuvo mucha gracia, y me felicitó Bruguera y todo, por la idea tan ingeniosa que tuve.

Muchos pintan la situación actual del cómic como desastrosa. ¿Le ves todavía algún futuro?
No sé, yo creo que mientras exista un lector puede ser. Ahora está muy jodido, hay muchas cosas, por los gastos de impresión, precios, porque el video y la TV, lo han matado mucho. Pero algo debe quedar. Lo que pasa también es que hay mucha basura. Hay publicaciones que, ¿qué tienen de calidad? Te coges publicaciones antiguas, de hace 20 años, tenían 60 páginas y casi todo era bueno. Ahora, todo es de relleno. Esto sale muy caro, y lo que hacen es poner material extranjero o material publicado otra vez. Y el público no es tonto. Yo creo que se deberían hacer ediciones más cortas y más caras. Con más calidad. Pero, tampoco hay dibujantes.

Cómo tiene que ser una buena historieta.
Debe tener gracia y humor. Y una cosa asequible al público nuestro. La historieta debe tener un guion, claro: argumento, nudo y desenlace, desde luego.

¿Qué consideras que es más importante, el dibujo o el guion?
Yo parto de la base que soy dibujante y guionista a la vez. Pero le doy mucha importancia al guión, mucha, tremenda… que no sea pesado. Ni mucho texto, ni poco. A veces necesitas escribir mucho, es el caso de Ivá, que le mete mucho texto y eso se hace pesado.

Has hecho historietas con mucho texto y otras con muy poco, como Historias verdes.
Claro, claro. Eso depende de para qué o para quién trabajas. Si comercialmente interesa que eso se resuma en cuatro frases, pues lo haces. Para mí una de las cosas más complicadas es resumir hasta hacer una historieta muda, sin palabras. Es un humor internacional. Pero si lleva mucho texto, entonces descárgalo con la parte del dibujo. En cambio, si lleva poco texto, entonces necesitas dibujar mucho. Por ejemplo: si haces un chiste de un tío que entra en la tienda de un anticuario y dice: “¿Tiene algo nuevo?” Pues está claro que tienes que cargar la viñeta con un dibujo lleno de cosas. Es una unión. Por eso un guionista y un dibujante tienen que trabajar como un matrimonio. Eso les funciona muy bien a Ventura y Nieto, que son primos.

De los dibujantes actuales, ¿cuáles salvaría?
Como dibujante los hay muy buenos, pero como humorista… francamente no. Cuando empezó, Óscar era muy bueno.

¿Te definirías como un dibujante bohemio?
Sí, totalmente. El resto es sólo dinero. Mira, si tú eres bueno, el resto llega por añadidura, y sobrevives, y pasas y no le das tanta importancia. Yo vivo al día. ¿Qué puedo tener en el banco? ¿500.000 pesetas? ¿Y cuando se acaben? Bueno, ya saldrá algo. Pero todos los demás, los que tienen dinero, estos lo pasan fatal: que si las acciones, que si el trabajo, las parcelas, el coche… A mi esto no me interesa nada. Y vivo felicísimo. Y viviré así hasta el final de mis días. El dinero no tiene más importancia, de verdad, mientras comas. Y comer comería en casa de un amigo, y dormir… siempre hay chicas. Y si no, en un asilo. Pero estoy muy loco, no se puede vivir así en estos tiempos.

¿Piensas seguir dando guerra?
Pues no mucho. Ya no molestaré más. Si hay otro boom del cómic…

Quedan los fanzines… [risas]
Eso de los fanzines sí que es admirable para mí, de verdad. [Hojea un ejemplar de Amaníaco.] ¿Puedo hacer algo ahí?

La entrevista con Vázquez empezó en su piso, en el barrio de Sant Antoni, en Barcelona; y la terminamos en un bar en donde, por cierto, invitó él. Para que luego le vayan dando la fama que le dan. Gracias por todo, pero la próxima vez, te invitamos nosotros.

Realizaron la entrevista: Jordi Coll y Jordi Canyissà
Nueva transcripción, en 2010, a partir de la cinta original de la entrevista: Jordi Canyissà